“Cuando el mundo era medio milenio más joven — comienza Huizinga su
obra, ya clásica, sobre «El Otoño de la Edad Media» — tenían todos los
sucesos formas externas mucho más pronunciadas que ahora.” Era más viva
la manifestación de las diferencias entre valores opuestos como el dolor y la
alegría, la dicha y la desgracia, la miseria y la riqueza. “Todas las cosas de
la vida tenían algo de ostentoso, pero cruelmente público”. En lo externo
y no esencial, como una fiesta o un traje de ceremonias, el colorido y la facultad expresiva se manifestaban al máximo. Del mismo modo, en los sentimientos y en los pensamientos,
el modo en de ser, había una voluntad exhibicionista que llevaba a proclamar a cuerno y timbal un amor, una bravura, una
devoción.
Fil: Benito Ruano, E.. Universidad de Buenos Aires. Facultad de Filosofía y Letras. Instituto de Historia Antigua y Medieval “José Luis Romero”; Argentina.